Hasta hace poco estábamos seguros de que el coronavirus se transmitía por el aire a distancias cortas, de hasta dos metros, pero recientes descubrimientos ponen de manifiesto que puede propagarse hasta cinco metros en espacios cerrados, del mismo modo que ocurre con otras enfermedades como el sarampión o la rubeola.

Un estudio publicado el pasado día 4 de agosto afirma que el coronavirus sigue estando activo a casi cinco metros del paciente y, si bien las gotículas de más de 5 milésimas de milímetros caen al suelo rápidamente, el virus puede permanecer en aerosoles de menor tamaño durante varias horas.

Para nuestras industrias alimentarias las alertas saltaron hace unos días con la noticia sobre la aparición de trazas de coronavirus en alitas de pollo congeladas en China. Este producto alimentario, que procedía de Brasil, fue confiscado por las autoridades y se suspendieron muchas exportaciones por casos similares.

En nuestras industrias alimentarias cada vez es más importante valorar si las medidas de protección que hemos tomado hasta ahora son suficientes para estar tranquilos o si, por el contrario, se están asumiendo riesgos que supondrían, de producirse un caso, un desastre para nuestra compañía y para nuestra marca.

La solución a esta situación de incertidumbre pasa por la realización de una auditoría de riesgo de transmisión aérea en nuestros espacios de trabajo y almacén. Un análisis ágil y preciso que se traduce en disponer de un diagnóstico de carencias y propuesta de soluciones en los sistemas de refrigeración/ventilación/tratamiento de aire para garantizar la seguridad de nuestros empleados y nuestras mercancías.

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